jueves, 17 de enero de 2013

SAS en Estambul (SAS à Istambul). Gérard de Villiers



Su Alteza Serenísima (SAS) Malko Linge es un príncipe austríaco del Sacro Imperio Romano Germánico cuyo linaje ha venido a menos. Tanto es así que sus antiguas posesiones entre Austria y Hungría se han perdido con los cambios políticos sobrevenidos en el siglo XX. Malko viene colaborando con la CIA desde finales de la Segunda Guerra Mundial y sus ingresos por este trabajo le han permitido recuperar el castillo familiar medio arruinado. Cada misión de Malko encomendada por la CIA le permite restaurar poco a poco zonas del castillo o recuperar muebles u obras de arte vendidas años antes.

La novela aparece en 1965 y, por tanto, en plena Guerra Fría. Creando este personaje, Gérard de Villiers (n. 1929) tenía la ambición confesada de llenar el vacío creado por la desaparición prematura de Ian Fleming (recordemos que éste murió en 1965), pero en lugar de hacer de Malko una simple copia de James Bond, tuvo la inteligencia de orientar la novela de espionaje hacia una vía nueva: la actualidad. Se acaban así los supervillanos de nombres pintorescos, los escenarios fabulosos, las intrigas desorbitadas. Con SAS entramos en el corazón de la historia inmediata. A la fantasía sucede el realismo.

En esta primera novela viajamos a Turquía donde un submarino nuclear americano ha desaparecido en las aguas del Bósforo. ¿Qué ha pasado? Malko debe descubrirlo. ¿Cuáles son sus bazas? Un encanto desmesurado, una suerte insolente y sobre todo una tenacidad a prueba de balas. Porque SAS es un verdadero "señor". Se es príncipe no sólo por nacimiento, sobre todo por corazón y mente, por valentía en el combate, gusto por el esfuerzo y sentido del honor. Cuanto más imposible es una misión, más se empeña Malko en ella. Cuanto más inaccesible parece la victoria, már ardor pone en conseguirla. Espía de profesión pero gentilhombre por carácter, perpetúa contra viento y marea la tradición caballeresca. Por otra parte, Malko jamás lleva armas encima. En este sentido, sus armas son la memoria y la deducción.

Lo que sorprende más en esta primera misión es que el cóctel SAS ya funciona perfectamente. Ciertos autores tantean un poco antes de encontrar el tono justo, la fórmula adecuada. De Villiers supo imponer desde el principio su universo y su estilo. Un universo a base de acción, geopolítica, erotismo y color local. Un estilo directo, rápido, concreto, aprendido en la escuela del periodismo de grandes reportajes. Muchos thrillers escritos en los años 60 parecen obsoletos hoy día. Éste no. Eficaz, entretenido, con sentido del humor, bien documentado, huele a Guerra Fría y se lee con mucho agrado.

Encontramos en él ya a personajes que serán frecuentes en esta larguísima serie de novelas (casi 200): los gorilas de la CIA Chris Jones y Milton Brabeck, que aportan humor y violencia, y el que será el hombre de confianza de Malko, el turco Elko Krisantem, aquí todavía ejerciendo de guía y pequeño asesino a sueldo en Estambul. Las mujeres que aparecen en la novela son todavía meros objetos decorativos y el erotismo está aún minimizado.

Ni que decir tiene que Malko descubrirá finalmente por qué desapareció el submarino nuclear y desmantelará la red de espías soviéticos que trabajan en Estambul con un final que recuerda al de Operación Trueno (Thunderball), quizá la más famosa de las novelas de Ian Fleming sobre James Bond.

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