jueves, 13 de marzo de 2014

El corazón delator (The Tell-Tale Heart). Edgar Allan Poe


El corazón delator (título original en inglés: The Tell-Tale Heart), también conocido como "El corazón revelador", es un cuento del escritor estadounidense Edgar Allan Poe (1809-1849), publicado por primera vez en el periódico literario The Pioneer en enero de 1843. Poe lo republicó más tarde en su periódico The Broadway Journal en su edición del 23 de agosto de 1845. El cuento fue reeditado también en el número de noviembre de 1923 de la revista Weird Tales.

El relato está escrito en primera persona. El narrador insiste desde el primer momento en que es una persona normal, aunque sus sentidos son muy agudos ("over-acuteness of the senses"). El anciano con el que convive tiene un ojo velado por una película pálida y azulada, como los ojos de los buitres. Esto causa la ansiedad en el narrador, hasta el punto de que un día decide matarlo. Insiste en el cuidado que pone y la precisión de sus actos, por ejemplo al observar al anciano dormir por una rendija de la puerta. Un día que descubre el ojo abierto, se decide y lo asfixia con el pesado colchón. Luego despedaza el cadáver y lo esconde bajo la tarima del suelo; finalmente borra todas las huellas. La policía acudirá a requerimiento de los vecinos que han escuchado ruidos. El asesino los invita, confiado, les enseña la casa y los conduce al cuarto bajo el cual yace el cadáver desmembrado. Pronto le parece escuchar un ruido que va creciendo. Al pensar horrorizado que es el corazón del viejo que lo está delatando, se derrumba y confiesa, pidiendo a voces a los policías que levanten las tablas del suelo.

El motor de la historia es la insistencia del narrador, no en su inocencia (que sería lo normal) sino en su cordura. Pero esto revela una pulsión autodestructiva, ya que se está pretendiendo demostrar la cordura a través de la culpabilidad en el crimen. Su negación de la locura se basa, sobre todo, en lo sistemático de su conducta homicida, en su precisión y en la explicación racional de una conducta irracional. Esta racionalidad, sin embargo, está minada por su falta de motivación ("No hubo motivo. No hubo pasión."). Sin embargo, el asesino afirma que la idea le rondaba día y noche en la cabeza. Así, la escena final no es más que el resultado del sentimiento de culpa del personaje. Como muchos otros personajes en la literatura macabra tradicional, las pasiones dictan su naturaleza. Y pese a todos sus esfuerzos, evidentemente, la pretensión de haber oído el corazón batir a distancia, pese a su aguda sensibilidad, es la evidencia del desvarío y la locura. Los lectores de la época seguramente se sintieron muy interesados en el tema de la alegación de locura transitoria que recrea el cuento.

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