miércoles, 25 de marzo de 2015
Muerte junto al río. Marcial Lafuente Estefanía
Novela de Marcial Lafuente Estefanía publicada en 1961 por Editorial Bruguera en la colección Salvaje Texas con el número 283. Tenía 122 páginas. Se ha reeditado numerosas veces: en 1968 en la colección Héroes del Oeste con el número 511; en febrero de 1973 en la colección Búfalo serie azul con el número 46; en agosto de 1976 otra vez en Héroes del Oeste con el número 930 y ya 95 páginas; en 1980 en la colección Calibre 44 con el número 528. Hemos leído la reedición que hizo Ediciones en B en marzo de 1991 dentro de la colección Kansas con el número133, Tiene 94 páginas y costaba 110 pesetas.
Las Colinas Negras (Black Hills en inglés) son un grupo de montañas del oeste de Dakota del Sur y el noreste de Wyoming (Estados Unidos). Ocupan cerca de 15 540 km², encontrándose entre los ríos Cheyenne y Belle Fourche, y se elevan a un máximo de 2207 m en el pico Harney.
Los "Black Hills" o colinas negras eran considerados por los indígenas como tierras sagradas y eran a su vez un terreno reclamado por los Lakota desde su victoria sobre los Cheyenne en 1776. En 1868, el Tratado de Fort Laramie, que concluyó la Guerra de Nube Roja, incluyó los "Black Hills" en la gran reserva Sioux, donde los no indígenas fueron excluidos. Mientras que las Black Hills fueron consideradas a menudo como «terra incógnita», los rumores sobre el descubrimiento de oro en estas montañas fueron verificados por la expedición de George Armstrong Custer en 1874.
En ese momento, la economía de EE.UU. se enfrentaba a la Gran Depresión de 1873 y los mineros se embarcaron en una fiebre del oro en los "Black Hills", en violación de los tratados y de la ley federal. Estas intrusiones repetidas en su territorio, junto a la incapacidad recurrente del Ejército de los Estados Unidos para detenerlas, enojó a los Lakota y a sus aliados. En respuesta, Yotanka Tatanka (Sitting Bull), Tašunka Witko (Caballo Loco) declararon la guerra a los intrusos y a los Estados Unidos.
La novela que comentamos transcurre al principio de la llegada de buscadores de oro a las Black Hills. El capitán Wyatt Lestrade es encargado por el general William T. Sherman (1820-1891) de parlamentar con los indios cheyennes para asegurarles que el ejército velará porque las Colinas Negras no sean invadidas por los buscadores. Wyatt se crió con los cheyennes, habla perfectamente su lengua y además es hermano de sangre de Chipayá, el hijo del jefe cheyenne. La expedición militar está a las órdenes del general Stirner, que odia a los indios y también a Wyatt por ser hijo de su rival directo durante la guerra civil. De hecho, Wyatt es responsable directo de todo lo concerniente a los indios y Stirner sólo de la construcción de varios fuertes en la zona para asegurar la presencia militar, aunque los indios deben dar el visto bueno a esa construcción.
La expedición partirá por el río Missouri desde Saint Louis. Mientras tanto, Wyatt deberá despedirse de su novia Rita, la hija del general Kenton, que a su vez también es pretendida por Joseph Chadwick, un comerciante sin escrúpulos que no duda en vender armas y whisky a los indios cheyenne. Wyatt se opone a Chadwick desde el principio, no sólo como militar sino también por razones personales evidentes, pero Chadwick tiene muchas influencias en Washington y pretende quitar a Wyatt de la expedición. Al no lograr nada por esta vía, encarga a tres jugadores de ventaja, que viajarán en el mismo barco que la expedición militar, que asesinen a Wyatt. En el mismo barco viaja Elmo Trask, un experto cazador que conoce la zona de las Black Hills y a los indios perfectamente. Naturalmente se hará amigo de Wyatt y le ayudará en más de una ocasión. Para complicar más las cosas, el general Stirner viaja con su esposa Nora, bastante más joven que él y que intenta coquetear con el reticente Wyatt. Otra chica, Lily, que también viaja con los jugadores, ayudará a enturbiar más el ambiente, pero será la que descubrirá las intenciones de los jugadores a Wyatt y Elmo. Este último se encargará personalmente de derrotarles en la mesa de juego.
La expedición militar se detiene en Deadwood y desde allí seguirá por tierra. Wyatt y Elmo se dirigen al encuentro de los cheyennes para parlamentar sobre la paz y la construcción de los fuertes. Mientras tanto , el general Stirne empieza a construir un fuerte en Deadwood por su cuenta y riesgo. Su intención es que al enterarse los indios, maten a Wyatt como venganza. El sargento Saba, amigo de Wyatt, conoce las intenciones de Stirner y se lo hace saber, pero éste le manda de patrulla lejos para apartarlo de los demás soldados.
Al cabo de semanas, Wyatt y Elmo vuelven de su satisfactoria entrevista con los indios. Wyatt acusa a Stirner de traición y querer matarle y le releva del mando. El general considera aquello como una sublevación de las tropas a su mando y escribe a Washington para informar de la situación. Wyatt manda desmantelar el fuerte construido y que la gente abandone Deadwood y se establezcan en otro sitio. La oposición de los dueños de garitos de juego es fuerte, pero Wyatt y Elmo no retroceden ante nada. Al mismo tiempo, bandas de hombres blancos disfrazados de indios atacan a los buscadores para apoderarse de las parcelas mineras. Wyatt logra dominar la situación y convencer a los buscadores que abandonen las Black Hills.
Al mismo tiempo que un nuevo fuerte es construido en un sitio neutral, Wyatt y Elmo interceptan una caravana cargada con armas y whisky envida por Chadwick para abaster a Oso Grande, el rival de Chipayá en la tribu. Oso Grande ataca el fuerte en construcción, pero logran repelerlo con la ayuda de Chipayá y sus indios leales.
A pesar de todo, en Saint Louis le esperan a Wyatt un posible consejo de guerra, las intrigas de Chadwick, que hará todo lo posible para que lo fusilen, y el odio ciego del general Stirner. Curiosamente Estefanía insiste a todo lo largo del relato en el tema de las tensiones dentro del escalafón militar y el amotinamiento de los oficiales de grado inferior contra sus superiores, cuando éstos demuestran ser ineptos para el mando.
Marcial Lafuente Estefanía tenía en esta novela todos los elementos históricos necesarios y además un excelente arranque para construir un relato que sobresaliera por encima del resto de su producción. Tenemos que decir, sin embargo, que estas esperanzas se ven frustradas antes de llegar a la mitad del relato y que todo se queda en una narración que se mueve entre lo aceptable y lo decepcionante. Curiosamente el autor parece eludir un tanto a los personajes que ha elegido como protagonistas (Wyatt Lestrade y Elmo Trask) y presta más atención a los villanos de la función (a los que Estefanía llama siempre "elegantes"). Con las idas y venidas de éstos, sus conspiraciones fracasadas y unos diálogos que lo único que hacen es retardar la acción y dar vueltas sobre lo mismo (la verborrea es algo que lastra siempre las novelas de Estefanía), lo único que se logra es frustrar el interés del lector y convertir lo que podría haber sido un entretenido relato de aventuras en el Oeste en una novela más de su autor, pero con un buen material que se ha malogrado.
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