Carlos Estrada, un joven arquitecto, descubre la infidelidad de su esposa. Sin poder superar este conflicto, acepta la invitación de su primo Jaime para acompañarle al Africa tropical en busca de un misionero desaparecido, el padre Arturo. En lo más profundo de la selva hallan al jesuita al frente de una pequeña comunidad. Los indígenas consideran como diosa a Dulce, una chica que siendo bebé se salvó de un accidente aéreo sobre la selva. Carlos y Jaime se enamoran a la vez de la bella Dulce y se la llevan con ellos a Madrid, donde pretenden encontrar a su familia. Mientras Carlos realiza pesquisas sobre esto, Dulce permanece en un convento. La chica también se ha enamorado de Carlos y se escapa del convento para reunirse con el joven.
Un relato insólito que mezcla el mito del buen salvaje a la manera de Tarzán o Sheena, con las circunstancias de la España de los años 60. Las convenciones sociales y religiosas de la época provocan de manera ineludible el drama amoroso de Dulce y Carlos. A pesar de que su interés literario es mínimo, es un documento sociológico de primer orden. De todas maneras, nos queda la duda de si su autor se toma en serio su propio relato o todo él está cargado de ironía.
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