jueves, 13 de junio de 2013

Negra sombra del Buitre. Donald Curtis



Novela de Donald Curtis (Juan Gallardo Muñoz) publicada en la colección Búfalo de Editorial Bruguera con el número 1146 y reeditada por Ediciones B en su colección Oeste legendario con el número 219 en febrero de 1993. La cubierta es de Desilo y el precio 110 pts.

Stuart Kellard sale de la prisión de Yuma en Arizona donde cumplía condena por un robo que no había cometido. Un misterioso personaje enmascarado llamado El Buitre se ha encargado de hacer confesar al auténtico culpable: Jason Conway, un jefe de forajidos que se esconde tras una máscara de respetabilidad.
De camino hacia su ciudad, Adobe Junction, Kellard presencia la muerte de un desconocido a manos de cuatro pistoleros. Consigue matar a uno y herir a otro y escucha las últimas palabras del desconocido que le lega sus pertenencias.
En Adobe Junction nadie parece esperarle. Su esposa Karin le recibe con frialdad porque le desprecia desde que en cierta ocasión Stuart fue incapaz de defenderla de unos desaprensivos que intentaban abusar de ella. La salvó un pistolero llamado Gerry Kidd del que está platónicamente enamorada. A Kellard no le queda más remedio que plantear el divorcio a su esposa, a lo que ella accede.
En la diligencia en la que viajaba Kellard, llegaron también dos pistoleros profesionales encargados por Jason Conway de asesinar a Leila Scott, una chica del saloon que fue testigo del atraco que envió a Stuart a la cárcel y declaró contra Jason. Consiguen raptar a la chica y cuando están a punto de acabar con ella, aparece de nuevo el Buitre para impedirlo. Mata a los dos pistoleros y desaparece.
Kellard quiere volver a su antiguo trabajo en las minas de cobre de Adobe Junction, tal como se lo había prometido su propietario y amigo Adam Mallory. Pero Karin le comunica que Mallory ha muerto recientemente y que ella fue testigo de cómo moría al pisar accidentalmente su caballo un barreno de dinamita. Kellard empieza a sospechar que la muerte de Mallory no tiene nada de accidental. En la empresa le comunican que no van a readmitirle y que el nuevo dueño, Morgan Derek, el sobrino de Mallory, va a cambiar totalmente el personal de la empresa.
En realidad, Morgan Derek y Jason Conway, ahora buscado por la ley, son socios y se ayudaron en el asunto de eliminar a Mallory. La única persona que puede atestiguar algo en contra suya es Karin, pero ella no sabe que vio algo realmente peligroso para los dos bandidos. Por tanto, deciden eliminarla antes de que hable.
Kellard consigue un empleo como contable en el saloon de la ciudad, al mismo tiempo que llega a ésta el nuevo dueño de las minas, Morgan Derek. Éste ha puesto en marcha un plan para acabar con Karin que consiste en atropellarla con un carro de caballos desbocados. El intento fracasa porque, aunque la intervención de Gerry Kidd para ayudarla resulta inútil, en el último momento interviene nuevamente la figura salvadora del Buitre. Karin queda prendada del misterioso héroe enmascarado.
Al fracasar el plan, Morgan y Jason conciben uno nuevo en el que piensan eliminar a Karin y al Buitre al mismo tiempo. Una noche secuestran a la chica mientras Stuart está trabajando. Al día siguiente aparece en la  oficina del sheriff un mensaje conminando al Buitre a aparecer para salvar a la chica. Sin que nadie sepa cómo, el Buitre cuelga otro mensaje diciendo que acudirá a la cita.
Mientras tanto, Stuart denuncia a Morgan Derek como responsable del asesinato de Mallory y el secuestro de Karin.
Esa noche el Buitre acude a la cita con los bandidos en las minas, pero nada es lo que parece y a partir de ese momento empiezan las sorpresas.

Entretenido relato en el que el autor retoma la figura del "vigilante" enmascarado, un poco en la tradición del Zorro de Johnston McCulley, el Coyote de José Mallorquí, el Llanero Solitario o el Two-Gun Kid de la Marvel. Ello le permite una pequeña reflexión sobre la figura del héroe enmascarado y jugar con el tema de las identidades. El estilo es impecable y la narración efectiva. Hay que destacar el interés del autor por los detalles nocturnos.


El 1 de julio de 1876, los primeros siete presos entraron en la Prisión Territorial de Yuma en Arizona y fueron encerrados en las nuevas celdas que habían construido ellos mismos.

A pesar de una reputación infame, los documentos escritos indican que la prisión se administró con humanidad, y era una institución modelo para su época. Los únicos castigos eran las oscuras celdas para los reclusos que rompían las normas penitenciarias, y la bola y la cadena para los que trataban de escapar.


Un total de 3.069 presos, entre ellos 29 mujeres, vivieron dentro de estas paredes durante treinta y tres años de funcionamiento de la prisión. Sus delitos iban desde el asesinato a la poligamia. El robo a gran escala era el más común. La mayoría cumplió sólo parte de sus condenas debido a la facilidad con la que se obtuvieron libertades condicionales e indultos. Ciento once personas murieron mientras cumplían su condena, la mayoría de la tuberculosis, que era común en todo el territorio. De los muchos presos que intentaron escapar, veintiséis lo lograron, pero sólo dos estaban de dentro de los confines de prisión. No se llevaron a cabo ejecuciones en la prisión porque la pena capital era administrada por el gobierno del condado.

Durante su tiempo libre, los prisioneros fabricaban a mano muchos elementos. Esos artículos fueron vendidos en los bazares públicos que había en la prisión los domingos después de los servicios religiosos. Los presos también tuvieron atención médica regular y el acceso a un buen hospital.

La escolaridad estuvo disponible para los condenados y muchos aprendieron a leer y escribir en la cárcel. La prisión albergó una de las primeras bibliotecas "públicas" del territorio, y se cobraba a los visitantes el recorrido por la institución para comprar libros. Una de las primeras plantas de energía eléctrica del Oeste suministró electricidad para las luces y hacía funcionar un sistema de ventilación en el bloque de celdas.

En 1907 la prisión estaba sobrepoblada y no había lugar en la colina donde estaba situada para expandirla. Los condenados construyeron una nueva instalación en Florence, Arizona. El último preso salió de Yuma el 15 de septiembre de 1909. Actualmente el edificio y las instalaciones son un parque histórico estatal.

 


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